miércoles, 4 de septiembre de 2013

HISTORIA DE FANTASMAS EN BERMUDAS

El caso de Oliver Thomas.


La familia Méchinaud pasó la Nochebuena de 1972 en casa de unos amigos que vivían en la localidad francesa de Cognac. Después de cenar el matrimonio y sus hijos tomaron el camino de regreso a su casa que se encontraba en el pueblo de Boutiers, en el departamento de Charente. Jamás Llegaron a ella. Cuando se encontraban a poco más de cuatro kilómetros, siendo la una de la madrugada del día 25 de Diciembre, se volatirizaron en el aire. Jamás fueron encontrados.



Años antes habían corrido la misma suerte los cinco miembros de familia Martin que vivían en Portland, Oregón. El 7 de Diciembre de 1958, Kenneth Martin, de cincuenta y cuatro años, su esposa y sus tres hijos, dijeron a sus vecinos que iban al bosque en busca de un árbol para adornarlo durante la navidad. No volvierón a ser vistos.



El 29 de aquél mismo mes, un contratista de obras llamado Earl Zrust, con domicilio en Silver Lake, desapareció también, inexplicablemente, en compañia de su esposa y de sus cuatro hijos. No tenía motivos para abandonar su casa, que acababa de pagar. No aparecieron los cuerpos en las cercanías. ¿Que explicación dar a tan extrañas desapariciones? ¿A dónde van las personas que se desvanecen en el aire?



Una de las desapariciones más enigmáticas se produjo la noche del 24 de Diciembre de 1909. En la granja de Owen Thomas, a corta distancia del pueblo de Brecon, en el país de Gales, se había reunido la familia y unos amigos para celebrar la Nochebuena. Poco antes de la medianoche, la señora Thomas encargó a su hijo Oliver, de once años, que acudiese al pozo en busca de agua.



Dos minutos más tarde, sonaron unos gritos de auxilio. Corrieron varios hombres armados al lugar donde suponían que un lobo estaba atacando al niño. Les esperaba una sorpresa. Hallaron el cubo tirado todavía lejos del pozo y ninguna huella que indicara que un lobo había atacado a Oliver. Las únicas pisadas en la nieve eran las del niño y se interrumpían a medio camino del pozo, como si hubiera echado a volar.



Ante el pánico de los hombres que miraban en todas direcciones en busca del niño, se oyeron repentinamente unos gritos de auxilio que provenían del cielo, que duraron un largo rato y que se fueron debilitando poco a poco, hasta extinguirse.



A la mañana siguiente llegaron al lugar las autoridades, pero por más que investigaron en el terreno nada encontraron que pudiese aclarar el enigma. Nadie supo ni pudo explicar por qué desaparecían las huellas de Oliver. En consecuencia el caso fue archivado con otros que jamás se solucionaron






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